Un viaje sonoro íntimo a través de la turbulenta calma.

Lorenzo Gómez Oviedo - Interior (2025)

ACTO DE CONFESIÓN

Confieso que Interior, la última entrega de Lorenzo Gómez Oviedo, me sorprendió. No porque esperara menos de él, sino porque logró lo que parecía imposible: transformar el ruido en poesía sonora. Me vi envuelto en una experiencia que desafía la percepción misma del espacio y el tiempo, como si cada golpe de batería y cada susurro de teclado tuvieran la intención de desarmar el mapa de lo conocido. Escuché la pieza muchas veces, en distintos dispositivos y contextos: desde un equipo de sonido completo hasta auriculares que crujen en cada nota. Y en cada una de esas escuchas, la obra me llevó a otro lugar, a otro estado. La música, como el silencio, se colaba en cada rincón, susurrando nuevas posibilidades del ruido.

DESPEGUE

La obra comienza como si despertara a tientas. El teclado emerge de la quietud, reclamando el aire a su alrededor, mientras los arreglos tímidos parecen medir la temperatura del espacio. Dos minutos después, la batería entra en escena como una turbina liberada, reclamando su lugar de mando, mientras los teclados retroceden, haciendo eco en el fondo, como si asumieran un rol secundario pero fundamental. Es allí donde el arte sonoro se transforma en narrativa. La pieza deja de ser un paisaje ambient para convertirse en un acto de resistencia contra el silencio, una exploración creativa del sonido experimental que interroga al propio aire.

EN EL AIRE

El ritmo se vuelve el personaje principal, el motor de este viaje alucinante que nunca pierde de vista su rumbo, aunque se permita la osadía de sacudir el aire con golpes precisos y marcados. Es imposible no pensar en un helicóptero que corta el viento o en un avión que desafía la gravedad con cada vibración. No es solo música experimental: es la estética del ruido en su forma más visceral, construyendo un paisaje sonoro que invita a volar y a estrellarse al mismo tiempo. El trayecto se siente impredecible, pero la certeza de que hay una dirección oculta mantiene la tensión intacta.

LA PAUSA FINAL

Y cuando el clímax parece ser el último aliento del motor, la calma se instala casi como un desliz. El silencio es tanto una llegada como un nuevo comienzo. Esa quietud final no es el aterrizaje, sino el acto de flotar en la incertidumbre, como si el viaje continuara más allá del tiempo que dura la pieza. Interior no termina, sino que se suspende, dejando al oyente envuelto en la pregunta de qué significa realmente detenerse.

Lorenzo Gómez Oviedo nos regala una obra que desafía los límites de la música experimental, donde el ruido deja de ser caos para convertirse en un relato íntimo. Una experiencia inmersiva donde cada golpe y cada pausa son parte de una narrativa que insiste en mantenerse viva, incluso en el silencio.


Recomendamos escucharlo aquí.

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